Primer Sangre

Comenzaremos esta bitácora anticipando que no seré un tipo de lo mas constante ya que tampoco me va la vida en esto. No obstante, si hubiere alguien con el suficiente tiempo del mundo como para visitar de tanto en tanto este olvidable rincón de la web, advertido esta de que no soy demasiado prolífico ya que a contrapelo de la tendencia generalizada, yo no hago terapia en estas cosas (ni en otros lados de momento).

Trata uno por todos los medios, de ser conciente de sus limitaciones. De saberse finito y no demasiado mejor que el resto de los mortales. Con el culo tan lleno de mierda como el que menos lo aparenta. Trata uno de no ser gorila. De no envanecerse ni regodearse en esa supuesta distinción que lo acompaña a uno tanto en sus elecciones estéticas o en su toma de posiciones políticas. Signos estos, de recurrente autorreferenciacion elitista. Si para el Indio, el lujo (al que el mismo no renuncia ) es vulgaridad. La distinción, repondremos nosotros, es mediocridad. Mediocridad de quienes necesitan creerse despegados y superiores al común, a la maza.

Tal desprecio y espanto por ser uno mas, lejos de revelarse un síntoma de desalienación, de lucidez critica, de sano inconformismo frente a lo dado; emerge como un neurótico complejo que encierra todas sus inseguridades de clase. Ya que lo que esta en disputa muy en el fondo no es un valor del tipo “pobre pero honrado” sino la búsqueda de un prestigio que aunque este uno situado en cualquier sitio del espectro socioeconómico, le otorgue estatus de esa decencia que no tiene que ver con la honradez, sino con ser un “bien pensante”, "alguien que aspira a ser algo en la vida". Alguien que no se deja engañar tan fácilmente. Que “no compra buzones”. Que “la tiene clara”…

Es esta misma mediocridad, y allí si corro el paradójico riesgo de al querer despegarme, incurrir en otro trillado elitismo de mediocres, la que lleva a muchos a situarse en una posición antitética respecto de la original búsqueda de distinción. Me refiero a una particular subespecie de mediocres que ven como rasgo de distinción la servil y filistea aceptación de una cierta concepción “realista” del mundo. Son los que se jactan de haber comprendido como funciona la cosa. Los que sancionan toda actitud critica por resultarles de una extravagancia pedante o sencillamente tildarla de romanticismo ingenuo. Son una particular clase de mediocres que esgrimen un discurso pragmático con esforzado cinismo para justificar sus nulas tomas de posición frente a los hechos de la vida ( O bien para hacer mas llevadero su desencanto ante resultados adversos a sus expectativas en antiguas experiencias). Total: “La cosa es y siempre ha sido así.”

De todas las formas posibles de mediocridad esta es sin duda la mas irritante. No es el entupido pero sincero intento de elitismo a través del snobismo, del escapìsmo artístico o intelectual de quienes pueden permitirse tales melindres, tampoco el confinamiento ritual de aquellos que solo pretenden ser engranajes de lo que el guión del sistema a dispuesto que “se debe ser”. De lo que en estas figuras se trata es de una militante predica a favor de la adaptación servil y canallesca a un mundo cuyas reglas están determinadas ni siquiera por roles sociales tradicionalmente instituidos, sino por la supervivencia liza y llana y tal vez el triunfo, en campos en los que realmente nada hay para ganar, o por lo menos no de ese modo. Llamese dinero, prestigio, sexo…

Si esto ultimo pudo entenderse como un radicalizado llamado al ascetismo, nada es mas lejano a eso que este lujurioso anunciador suyo. Solo es una plétora de desprecio al utilitarismo mediocre. Ni siquiera al utilitarismo de quienes ven en ello una meta de vida, sino al medio pelo que lejos de generar (aunque sea por este medio) algún tipo de logro, de obra, de actuación que documente su paso por este mundo, se satisface en tan solo acomodarse, perdurar y no conforme con eso pretende venir a convencernos.

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