¿De que lado es la jaula?


Con Macri, todo va a ser negocios,
comercio, corporaciones empresarias...
Y ya no va a haber lugar...
para el amor!
Ariel Minimal
(PEZ)


Volviendo a esta trinchera despues de un merecido y reconfortante descanzo en un ancuentro con colegas, me preguntaba, al pasear por esa populosa (aunque de Pueblo tenga poco) ciudad que es la capital federal: ¿Qué mierda tiene en la cabeza esta gente?

Es realmente una tarea surrealista ponerse en la piel de un capitalino y tratar de indagar que obscuras apetencias pueden hacer, por ejemplo, que se celebre el enrejado de plazas y espacios verdes!!!

Sinceramente me agarro la cabeza y puteo a Macri y todos sus acolitos, pero lamentablemente se, que aunque sea este sujeto su mejor expresión no es su artífice sino apenas la actual cabeza visible de ese nefasto proyecto que durante los 90s ensombreció el mundo y que luego de su estrepitoso fracaso hoy se vuelve a maquillar para que de manera mas elegante volvamos a aceptarlo.

Me refiero al neoliberalismo con sus míticas construcciones del fin de la historia, PROgreso como paradigma de eficiencia (atraso como su contracara inebitable y complementaria) y el ultraindividualismo como valor supremo.

Contra mas de 2000 años de cultura occidental en la que la plaza era el centro y corazón de la vida comunitaria, ágora de los asuntos públicos; su cercamiento expresa justamente eso. El desprecio por el lugar común. La concepción del espacio publico como lugar de goce individual al que se asiste persiguiendo el esparcimiento y disfrute solo de cada quien. Nunca ya, lugar de encuentro con el otro.

El “otro”, ese caos aterrador que nos arrebate de nuestro pequeño cosmos, siempre entraña peligro. Ya se sabe, inseguridad, es hoy sinónimo de pobreza y miseria, y no al revés, ya que la inversión de los términos pondría de manifiesto una causalidad que el capitalino elude ya que esto lo comprometería con algo mas que la pequeñísima construcción burguesa del hogar cual caja de cristal para encerrarse con los suyos a disfrutar y consumir, lejos del perturbador espectáculo de la suerte ajena.
Se enrejan para su mejor cuidado, dicen algunos. ¿De quien? Del vandalismo juvenil, probablemente. Es cierto, pocas cosas dan mayor placer en la dolescencia que la iconoclasta destrucción de la propiedad estatal. ¿Por qué será? Tal vez por que uno siente que esta reaccionando contra una autoridad. Sinambargo, rascando un poco la superficie del asunto… Lo que allí subsiste nuevamente es una pobrísima cultura de lo publico.

Se lo destruye por lo que representa. Propiedad estatal es sinónimo de propiedad del poder, de los ordenes establecidos. Ordenes que un adolescente intuye, no sin una aguda sinceridad, como injusto. Evidentemente suena triste y hasta un razonamiento pobre esto que digo.¿Quien tiene la culpa de que un adolescente capte así las cosas?

Por otra parte, pretender que las rejas resuelvan este tema no hace mas que reforzarlo. No solo representa una mirada paternalista que poco tiene que ver con forjar verdadera conciencia ciudadana, sino que además revela una profunda subestimación de la comunidad toda.

Es que lo público no se concibe como lo de todos, sino como lo de nadie. Esto habilita su dilapidación. La posibilidad de destruir o incluso de descuidar lo que aparece como de nadie. Y con esto no quiero venir con las cantinelas de “aquello que se gano sin esfuerzo…” y la mítica historia del parque como leña para el asado a la que el gorilismo universal es tan afecto.

Hasta aquí las excusas, lo real es que las plazas enrejadas no solo arrojan a las parejas y las bandas de adolescentes “descarriados” a lugares de consumo (vedados a quienes no cuenten con el poder adquisitivo requerido), Sino que además mantienen alejados del vecindario a los sin techo, lacerante espectáculo que es recomendable mantener lo mas lejano posible de las puertas del hogar…

Aun asi, son cada día mas los cuerpos con los que uno tropieza al desplazarse por la ciudad. Son todavía muchos, los rostros cetrinos de quienes reciclan la basura (aunque la xenofobia capitalina siga insistiendo en señalarlos como la propia causa de la contaminación). Y de persistir en el autismo pueden llagar a ser muchos mas los extraños rostros de esos otros, que en condiciones miserables y arrojados por la desesperación forman parte de esa encomiosa realidad que tarde o temprano de una mejor o peor manera, tocaran a sus puertas.