Acerca de la mendicidad de neutralidad...

Pocas cuestiones resultan más llamativas que esa profunda vocación de neutralidad copiosamente inculcada en todos los corazones “bien pensantes”.

Es recurrente, por ejemplo, ver en el discurso del autoproclamado “periodismo independiente” la apelación a un lugar trascendental que parece situarse mas allá de una verdadera “guerra de bandos” para entonces si, poder estar autorizados a juzgar la realidad o denunciar supuestos eccesos. Del mismo modo se naturaliza sin mas ni mas toda la plétora del republicanismo pedorro, que reclama un ferreo dinamismo institucional capaz de arbitrar la disputa y administración de poder. Aterra a estos señores que sean las personas las que puedan acumular poder y no las etereas estructuras juricas, ya que el poder aparece ante sus ojos como un embriagador tesoro maldito, malo per se. Del mismo modo la justicia se enajena de su sentido punitivo (vengativo o reparatorio, que para el caso es lo mismo) tan solo por separarse su administración de la cólera de los agraviados y quedar en manos de abstractos engranajes legales que garantizarían la pulcritud de su veredicto.

A esta altura de mi desarrollo argumental me percato de la para nada desafortunada elección de los tres ejemplos mencionados y de la utilidad de desmenuzarlos mas detenidamente para llegar al punto.

En el caso del discurso periodístico será necesario retrotraerse al desarrollo histórico de esta actividad. A fines del siglo XIII, la prensa era un poderoso vehiculizador de ideas políticas. La llamada prensa facciosa llegaba a los círculos intelectuales proveyéndolos de argumentos “ilustrados” para ganar los debates públicos y cultivar el fermento ideológico que debían estos propagar en las mayorías para hacerse del consenso social necesario. En la medida en la que las políticas de alfabetización masiva generaron a lo largo del siglo XIX un novedoso mercado de lectores y la publicidad se fue incorporando como un elemento vital para la subsistencia de esta novedosa industria, comenzó a importar el numero de venta de ejemplares, con lo cual fue necesario abordar temas de interés para el común de los lectores. De modo que la discusión politico-filosófica abstracta fue abriendo paso al morbo y la truculencia de los relatos policiales. Comenzó de este modo a perder terreno la opinión en la medida que se acrecentaba la “descripción objetiva” de los hechos. Así nace el discurso de la tan mentada objetividad periodistica. Mas como una maniobra para legitimar el abandono de la toma de posición en post de una supuesta “desinteresada” y “honesta” descripción de acontecimientos. Nótese la contraposición: “desinterés” (por que parese que es tan feo en la vida ser interesado…) y honestidad vs. toma de posición (opinión, juicio, subjetividad)… De modo que la nueva prensa mercantil, que en la era de la medición del rating ya no conserva ni pizca de dedesinteresada se autolegitima como una suerte de valuarte de la objetividad…

Este punto conecta perfectamente con el segundo ejemplo. La institucionalidad tan desveladamente pregonada por Montesquie nada tiene de ajena a la lucha de intereses en el seno de la sociedad, sino todo lo contrario ya que todas y cada una de las formas institucionales que una sociedad acepta nace, se desarrolla y cristaliza al calor de una guerra de bandos cuyo resultado impone un orden social institucional que permite, en el mejor de los casos, las reglas de juego para que los actores puedan seguir articulando sus proyectos e intereses sin la necesidad de una confrontación directa. Y esto último no por que estas formas sean necesariamente la encarnación de un hetos pacifico, sino mas bien por que responde a la elemental racionalidad de que una guerra franca resultaría demasiado costosa para todos los actores en disputa. Es risueño ver la invocación del “Estado de derecho” cual paraíso terrenal para estas bárbaras tierras del sur. A sido el mismísimo “Estado de derecho” el que ha permitido las peores vejaciones eugenésicas en la Alemania de la segunda guerra. Otro claro ejemplo de que la institucionalidad nada tiene ontologicamente de provechoso, mas que la licuación de TODA acumulación de poder, incluso la necesaria acumulación de poder de los sectores populares para permitirse transformaciones revolucionarias en la estructura social, y esto, sabemos todos a quien termina beneficiando…

En el caso de la justicia, Foucault ya ha escrito demasiado sobre la modernidad y la sociedad disciplinaria, bastara con agregar que sigue siendo paradójico el atribuirle neutralidad o imparcialidad (que es un termino mas jurídicamente pertinente) a la persecución de lo que justamente no es otra cosa que un interés, es decir, al valor que denominamos justicia. Lo paradojal es el ocultamiento de de la persecución de un interés. Mas bien el obstinado borramiento de dos o tres elementos que todo tienen que ver con lo expuesto. Comenzamos hablando de neutralidad, acudieron entonces otros términos que se relacionan con este concepto: Objetividad, desinterés, imparcialidad, etc

Es este un mundo ideal y también potencial, ya que potencialmente podría ser cualquier cosa. De izquierda o de derecha según permite el orden institucional… idealmente. Un mundo justo ya que las sanciones llegan sin la contaminación del fervor humano, del prejuicio o el rencor, son mecánicas. Donde los hechos se denuncian o describen sin que nadie se remita a las motivaciones o consecuencias de estas denuncias o descrpciones…

La constante es que todos ellos remiten a la negación del sujeto, a un mundo que necesariamente prescinde de actores. A un mundo poblado por fantasmas que no pueden ni percibirlo ni habitarlo, ni actuar en el. Cualquiera de estas acciones destruirían su aséptica e incontaminada perfección.

Este mundo no existe.

El mundo solo puede ser potencial conceptualmente hablando. Lo cierto es que el mundo ES. Y ser implica definirse, actuar (o no hacerlo), tomar posición. Ser implica abandonar la potencialidad de las cosas para realizarse en una. A medida que nuestro tiempo biológico se incrementa en este plano vamos dejando atrás la potencialidad para realizarnos en nuestras elecciones. La mujer que tomamos (o no), el trabajo al que nos dedicamos (o al que no), el hijo que criamos (o no), el libro que escribimos (o no) o el árbol que plantamos (o no), constituyen elecciones irreversibles que nos expulsan del tibio limbo de la potencialidad. Y peor aun, son cosas a las que somos movidos por los mas diversos intereses. Cosas que nos impelen a confrontar. Confrontar contra la adversidad, contra el entorno, contra los que desean lo mismo que nosotros o que sencillamente no desean nuestra realización, confrontar incluso contra nosotros mismos, contra nuestra ambición o nuestra abulia… Todo esta en juego. Todo esta en disputa. No existen garantías mas que la persistencia de la propia voluntad.

Allí andamos todos, tras la huella de un propósito. Espejismos del paraíso perdido que nos seducen a reclamar la mortecina faz de la neutralidad como implacable figura paterna que ordene el totum rebolutum que nos interpela angustiosamente para ser. Asumir nuestra trágica soledad en esta pavorosa contingencia universal será la tarea mas ardua, mas vital y deliciosa de cuanto pudiere arder en nuestro pecho. Tarea que abrazaran amorosa y fervorosamente los espíritus vivos, artifices ellos de su propia historia.

Amen.

1 comentario:

Yosiempre!!! dijo...

He encontrado por casualidad este blog mientras buscaba una serie de datos que no interesan en este momento. Te aconsejo configurar un "leer más", de esta forma los artículos no saldrían tan largos en el blog. Por cierto he leído el texto, y creo que no hace falta comentar nada, ya lo has dicho todo tú( porque hay que ver si has escrito).
Xao!!