Samsara...

Algunas veces la realidad nos aturde como un rumor avasallante y angustioso. Otras en cambio, se nos presenta tan transparente que su claridad meridiana no puede a los espíritus paranoicos como el de un servidor, menos que generar sospechas.

Morir y resucitar continuamente puede ser algo fatigoso para cualquiera. Pero a eso estamos llamados. Tal es el ciclo que nos antecede y trasciende en ese maravilloso caos sagrado en el que danzan sabiamente las esencias que preferimos olvidar.

Poner la otra mejilla y hacer carne la escupida injusta e inmerecida. Sin victimizaciones. Respirando hondo con la profunda serenidad de quien ya hace mucho a escogido para si una senda irrenunciable.

Tener la mano próxima a la espada y no permanecer indiferente ante al dolor. No ser cómplice con la desesperanza que no es más que otro rostro, acaso el más sombrío, de la muerte.

No dejar nunca de celebrar el milagro del encuentro y la desbordante exuberancia de la vida.

Tal es la jornada que elijo para que la parca, llegue a mi encuentro.

Hoy, mate en mano y en la intima soledad de una noche serena me visitan viejos conocidos. Las dulces promesas de amor que seguramente fueron verdades visceralmente acuñadas durante el frágil instante que contuvo su pronunciamiento. La sonrisa cómplice de un amigo que en la mala me reconoce entre los que sabe que puede contar. La contingente e inadvertida ternura de un momento familiar. El desencajado rictus de un enemigo cuando la verdad que sostengo se abre paso dejándolo en vergonzosa deshonra.

La imagen dialéctica, se compone de una mónada que sintetiza lo sido y el hora. Lo sido, sin embargo, dista mucho de ese dato del pasado, causal y empíricamente constatable. Antes bien, representa lo nunca acaecido pero que siempre esta acaeciendo. Su recuperación plantea el desafío de una reapertura de la historia. De un cepillar la historia a contrapelo hasta que surja, con la plenitud de un relámpago en media noche, una verdad en la que todo nos será revelado.

Los espectros que me visitan en el recuerdo podrían también retomar el amargo sabor de la decepción latente en cada uno de ellos. Esa seria otra faz posible de lo sido, y una decisión política soberana sobre el sentido de mi propia biografía. Al fin de cuentas el universo no es mas que voluntad.

Desde esa posibilidad, el sarcasmo es una tentación muy fuerte. Es una defensa legítima contra el absurdo de lo inmerecido. Una replica para dañar la integridad de la injusticia. Pero también, un paso más hacia el cinismo. Una forma del humor que engendra una visión del mundo que homologa el cambalache, demostrando que librados a una canallesca contingencia, no hay en esta vida razón alguna para sustentar la conveniencia de la virtud o el heroísmo. Esa, no es la verdad en la que he elegido creer.

Sin duda la risa es poderosa. Como contracara del llanto es una de las fuerzas que trama el sentido de nuestro paso por la tierra. Pero la insolencia de esta pierde en el estatus que uno tiene para con la solemnidad de las lagrimas. Que siempre parecen visitarnos en momentos trascendentales o de profunda gravedad. La dicha fecunda, el dolor da a luz, reza un aforismo de Blacke.

La risa emerge silvestremente entre los vaivenes del ajetreo cotidiano y a diferencia que el llanto no nos reclama tributo, sino que es pura gracia. Y como todo don, guarda para nosotros la decisión sobre su uso. El sarcasmo es su expresión mezquina, ya que es una violencia autoafirmativa del ego. Surgida de la impotencia ante una violencia anterior, pero que agrede el estatuto mismo del don, que solo es dado para brindar felicidad.

Además, mientras que la burla, con su particular impronta de espontaneidad, deja entrever el carácter precario y ambivalente de esas cuestiones que pretendemos sostener a fuerza de artificiosa solemnidad, cuestiona y rehabilita en un movimiento escatológico que tiene por finalidad la regeneración de la vida.

El sarcasmo, en tanto, es quizá más agudo en su estocada. Pero a diferencia de la burla, es fatalmente impotente para resucitar y regenerar lo herido.

Asumirnos como seres finitos, capaces de lo peor y lo mejor. Apenas destellos discontinuos en una gran rueda que generosamente mata y engendra. Portadores de un don y un tiempo limitado, pero no por ello inconmensurable en su experiencia. Saber muy en el fondo que se puede acceder al infinito mediante la propia finitud. Ese es el misterio que nos impulsa, a cada quien de las mas diversas maneras. Decidir cual o cuales son los caminos que arribaran al misterio y justificaran nuestro transito por este mundo y en la reapertura, que sobre nosotros, pueda hacerse de la historia es el imperativo existencial que nos reclama.

3 comentarios:

Eduprecidente dijo...

Gabriel,coincido plenamente,en tu escrito,y aclaro, que el universo,carece de voluntad,y no tiene sentido,es la nada misma,y en esa nada, nuestra voluntad,ase pie, y debemos vivir no como seres inmortales, si no como mortales merecedores de la vida eterna, y nuestra muerte,la mas terrible de las injusticias ,que tiemble el universo,que nuestra ausencia se el peor de los silencios,una ves ahi si,sabremos que hemos vivido, sin haber sido humus,ni tierra,solo esencia.
Saludos.
Eduardo,

Evangelina dijo...

¡GRACIAS POR VISITAR MI BLOG Y POR TU BELLO COMENTARIO!
UN BESO INMENSO CON PERFUME A INCIENSO DE LUNA PARA VOS...
FASCINATION...

FRUiTS dijo...

te los debo no?
un día me decís y comemos panqueques hasta reventar!